Arte, religioso: fe, cultura y patrimonio
La VIII Semana de la Identidad Católica, vivida del 04 al 08 de abril, fue la oportunidad para afianzar la fe, para recordar la razón de ser de una institución que proclama la verdad en Cristo, que por medio de su misterio salvífico ha dado la paz a la humanidad, le ha otorgado la libertad de los hijos de Dios que “es el fruto de la reconciliación con el Padre obrada por Jesús, quien asumió sobre sí los pecados de todos los hombres y redimió el mundo con su muerte en la cruz.” 1
Fue así como por medio de reflexiones y programaciones de formación e interacción con docentes, administrativos, estudiantes y familias, también hubo oportunidad para aprender sobre la iconografía religiosa, con autores prominentes en este tema y que marcaron de manera significativa la historia, no solo en lo que a la cultura respecta, sino a la fe: la sagrada escritura y la sagrada tradición, como fuentes de la sagrada revelación.
Las obras de arte seleccionadas para las llamadas “olimpíadas de la identidad católica, fueron las siguientes:
- El hijo pródigo de Rembrandt.
- La vocación de San Mateo de Caravaggio.
- La Piedad, de Miguel Ángel.
Con una presentación y descripción de cada una de estas obras durante los días martes, miércoles y jueves, se compartió con los estudiantes sincrónicos y autónomos un acercamiento previo, para que al final, el día viernes, se realizara el concurso y puesta en escena del conocimiento en cada una de estas obras de arte religioso.
Sin lugar a dudas, fue un espacio que motivó a la lectura, a la investigación y sobre todo al aprendizaje y reconocimiento de cómo el arte ha contribuido a la fe, porque al contemplarlo causa emoción desde el realismo e impresionismo que el autor quiso mostrar. Esta riqueza invaluable es sin duda fuente de iluminación para quienes por lo menos no directamente creen, encuentren sentido a acontecimientos que no sólo marcaron la historia, sino que constatan lo que a su vez asegura la Escritura de lo que fue la vida de Jesús y la experiencia de muchos que lo conocieron o escucharon hablar de Él.
De esta manera, se confirma que la trascendencia se vislumbra en las habilidades de las que Dios ha dotado al hombre, para que por medio de ellas lo alabe y le otorgue no sólo el lugar más importante, sino que le ofrezca su esencia, su talento y sus dones, como agradecimiento a su inconmensurable bondad.
Momentos e iniciativas como estas, promueven no sólo el aprendizaje, sino que suscitan en la persona la posibilidad de conjugar la razón y la fe, que, enlazadas, elevan el espíritu y conceden fortaleza para el trasegar de la existencia.