La Cuaresma, como tiempo especial de reflexión y de encuentro con Dios, es ante todo una posibilidad para ver en la vida de Jesús (su testimonio y su predicación) una entrega absoluta a la voluntad del Padre, aun cuando es necesario pasar por el sacrificio, por el sufrimiento y hasta por la muerte. He ahí la muestra más perfecta del amor, contraria a la que enseña y ofrece el mundo, cada vez más vacía y faltante de lo que realmente cuenta. Quizá porque sea solo eso, satisfacción de muchas cosas: tener dinero, estar a la moda, ganar fama, etc.

Encontrar los mejores dones, como ideal, exige negarse a sí mismo y, como Jesús, enfrentar cada situación para finalmente decir: “se ha logrado el objetivo”. De ahí que sea necesario optar por el cambio, por la conversión y ese ha de ser el propósito constante y de todos los días.

Sea esta la invitación para vivir la cuaresma con toda la fe, en oración y en la práctica del amor. Solo así se puede ir sumando a la vida lo que agrada a Dios y lo que hará que como expresa el apóstol san Pablo: "Los atletas se privan de todo; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita" (1 Co 9, 25).

Redactada por:

John Edison Gómez

Profesional en Pastoral y Bienestar