Celebramos el Miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma
«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva». (Marcos 1, 15)
Estas palabras de Jesús, con las que inaugura la Iglesia cada año el tiempo de Cuaresma, son el imperativo, que, en la vida del cristiano, ha de asumirse como la tarea permanente y como el propósito que no solo se actualiza anualmente, sino que lo toma para sí, quien, conociendo la Palabra, vive a la luz de esta y transperantando en su ser el amor de Dios.
Conscientes de la naturaleza misma de la existencia humana, tendiente al pecado, pero también llamada a la gracia, es necesario pasar de la justificación de los actos llamados “malos”, a la práctica de aquellos que realmente contienen en sí mismos, una respuesta leal y sincera, frente a esa llamada constante de Dios a la santidad y a pertenecer al grupo de los que lo buscan y lo aman; lo siguen y lo anuncian.
Vivir cada día de manera intensa, va más allá de lo carnal, de lo que muchas veces se queda en el plano físico y que resulta de un gusto únicamente humano, que pocas veces trasciende y se perfecciona. De ahí que la conversión exija creer… es decir, no se puede elegir el cambio si no lleva como ingrediente especial la fe.
Los signos externos, como el de la cruz, que no es la muestra del “fracaso de Dios”, sino más bien la evidencia del amor en su plenitud, ha de mover al mundo a una respuesta cada vez más generosa, donde no se tiene que sufrir porque se quiera, sino porque en medio de las dificultades y oscuridades, propias de la vida, se llega a la luz, se resucita, se resplandece. Como dice la escritura: “muertos al pecado, vivamos para Dios en Cristo Jesús”. (Rm 6, 11).
Redactada por:
John Edison Gómez Atehortúa
Docente